2008-09-11

PRÓLOGO


¿Que podría citarse cómo más surrealista en la vida de los colombianos que nuestro diario acontecer. Acaso existe algo tan absurdo y contradictorio con los principios básicos de la existencia que nos indican buscar la felicidad, la armonía, el amor y la calma, que los sucesos que enmarcan el principio de los días a los que nacemos con hechos fatídicos, sangrientos, oscuros, crueles y cobardes?
No es fácil la respuesta, como tampoco es fácil la salida de ese laberinto en el que un día usted, y al día siguiente yo nos vemos caminando. Lo que sí sucedió es que un buen día Diana Rodríguez decidió recrear un escenario en el que involucró toda la injusticia posible encarnada en nuestras gentes, dibujó la esencia de sus virtudes y maldades, rescató de las tinieblas las razones que ponen a jugar a las personas en nuestro contexto social como buenos o como malos y construyó en una magnífica novela la plataforma para entendernos y explicarnos por qué los colombianos no somos lo que queremos y si somos el resultado de una historia filtrada de injusticias, desequilibrios, egoísmos, temores y desilusión.
Son páginas en las que se revela la inconformidad de una mujer que en su condición sensible de ser madre, no se permite tolerar la pérdida de la libertad de ningún ser, como tampoco admite que es posible hacer el bien cuando los caminos para llegar a él no son tan transparentes, cristalinos y de limpia inspiración como el bien mismo. La mano de Diana está conducida por un espíritu dotado de enorme bondad y lucidez a la hora de señalarnos un camino de esperanza en medio del enmarañado contexto en que vivimos. En cada una de sus frases se puede percibir el cuidado de la escritora que mira en perspectiva, no sólo el podio en el que encumbra su talento, sino también la virtud del sendero por el que camina su mensaje.
Cuando la abrumadora realidad ya no nos sorprende, cuando el dolor nos sobrecoge e intimida, cuando nos escondemos en el miedo y esperamos con ruegos que sea nuestra casa el lugar al que el terror no entre, es precisamente cuando la escritora levanta con gran valor su pluma para hablarnos con arte y con pasión de lo abominable del secuestro en todas sus facetas, pero aun mas cuando se esgrime como una herramienta libertaria. Ella nos dice que la guerra que se llena de razones nobles es de cualquier forma una maldita guerra que corroe las almas y las impregna de ira y de venganza y que mejor sería que nadie la ganara, pues no es de buena semilla la planta que brota de la tierra si ha sido regada con falacias y con sangre.
Aquí está entonces para el deleite de los lectores, una obra que nos toca en lo profundo a todos y que tiene de maravillosa el poder creativo y realista de una gran esperanza. Diana nos plantea un camino, una salida, un oasis en la mitad del desierto de la desesperanza. Un momento de gloria y reivindicación con la vida, perfectamente posible, porque no está basado en sueños utópicos o en artilugios mágicos o en fines de ideologías. Sencillamente de las letras de Diana Rodríguez surge, como en una revelación, el único camino posible, del que todos podemos echar mano, el más práctico, el que siempre ha estado frente a nuestros ojos, oculto en la neblina del orgullo, los intereses y la vanidad. Ella nos devela la salida en el camino claro aunque esquivo del amor.

Álvaro Vélez Isaza

OPINIONES

“Esta novela, nos desafía a salir de nuestra zona de comodidad para preguntarnos: ¿Será cierto que no puedo hacer nada? ¿Sigo entregando mi poder a otros? Usted tiene las respuestas.”
Yudy Palencia


“Historias como esta nos involucran en una realidad de la cual siempre queremos huir. Este libro es capaz de transmitir ese deseo de lucha pacífica e incansable por alcanzar la paz y cambiar la historia de nuestra Colombia. “
Aydee Isaza


“Además de entretenido y de que cada página te impulsa a pasar a la siguiente, es una invitación al despertar de la conciencia colectiva en torno a la paz y la reconciliación.”
Jaime Hermida.

CONTRAPORTADA

“Dejó el cepillo sobre el tocador para guardar la ropa ya doblada en el armario, sacó una ligera camisola de algodón y la deslizó sobre su piel con delicada seducción, un halo inevitable de sensualidad la rodeaba, de repente el miedo se concretó, cubrió su semblante con la sombra de un negro presagio que ya no pudo reprimir, salió sin control de su boca con un tono inequívoco de premonición. – ¡Algo malo va a pasar! –“


Un emocionante relato que contextualiza la situación de miles de colombianos azotados por la violencia en sus diferentes facetas, el dolor que surge de una situación adversa, se va sumando al rencor de otros conformando una cadena interminable de venganza ¿Qué sucede cuando un eslabón se niega a engancharse?
El dulce rostro de la muerte explora nuevas posibilidades para afrontar de manera creativa la situación de nuestro país; propone el ejercicio de la empatía y nos invita a mirar a cada uno de los autores de la violencia como seres humanos que, por una u otra circunstancia, terminan convertidos en victimas y victimarios, marionetas de poderes ocultos que capitalizan el dolor y lo usan para manejar los hilos del conflicto a su favor.



“Aunque la forma de morir sea más o menos cruel deja un rastro de dolor, un deseo de venganza y así se forma esta cadena sin fin de muertes y otras muertes para vengar las anteriores, ¿cuándo se va a acabar esto?”

2008-08-28

RESEÑA

Pedro Tascón es victima del reclutamiento forzoso por parte de un grupo guerrillero, ya en el campamento y desesperado con su penosa situación conoce a Jacobo, un secuestrado con el que se identifica en su drama lo cual los lleva a entablar una estrecha relación sin saber que esto será su perdición… de ahí en adelante las historias de victimas y victimarios se entremezclan creando una extraña alianza que rendirá sus frutos en un futuro muy cercano.

En medio de la historia se entreteje un interesante análisis de las verdaderas causas de la confusión que reina en nuestra sociedad, muchos años de guerra han logrado deteriorar nuestra imagen, no solo ante el mundo sino, y esto es lo peor, ante nosotros mismos, tenemos síndrome de victimas, tememos actuar, pensamos que lo que haya que hacer lo deben hacer otros sin entender el valor del aporte individual en el resultado colectivo, solo la unión de todos será capaz de sacar a nuestra patria de su penosa situación y no es por medio de la queja sino de la acción decidida como lo vamos a lograr.

El Dulce rostro de la muerte, novela escrita por Diana Rodriguez Angulo, es un libro apasionante que intenta desentrañar las causas del conflicto en Colombia y penetrar en la intimidad de sus actores,¿Cuál es la responsabilidad de cada uno de los colombianos en la situación del país? ¿Será cierto que no podemos hacer nada? ¿Seguimos entregando nuestro poder a otros? Usted tiene las respuestas.